La conversión de los indígenas a la religión católica y la
eliminación de las antiguas creencias de los pueblos mesoamericanos era un
propósito al que los españoles daban tanta importancia como a la dominación
militar. Por eso se dice que, junto con las acciones guerreras, hubo en Nueva
España una conquista espiritual.
Inmediatamente después de la derrota azteca, llegaron a
Nueva España los primeros grupos de sacerdotes católicos. Pertenecían a órdenes
religiosas de misioneros, es decir, a grupos que tenían organización y
disciplina propias, cuya tarea era extender la religión entre aquellos considerados
infieles o idólatras. Las órdenes que llegaron primero a la colonia fueron los
franciscanos, los dominicos y los agustinos.
Entre los misioneros había ideas distintas sobre la forma
de convertir a los indígenas. Unos pensaban simplemente en destruir los
templos, prohibir los antiguos rituales y castigar a quienes insistieran en
practicarlos. Otros creían que era necesario convencer a los indígenas mediante
la prédica y el ejemplo; para lograrlo deberían conocer la lengua y las
costumbres de cada pueblo y tratar humanamente a las personas.
Estas diferencias provocaron conflictos dentro de la
Iglesia y frecuentes enfrentamientos entre los defensores de los indígenas, por
un lado, y los colonizadores y el gobierno español por el otro.
Gran parte del conocimiento que tenemos sobre las culturas
indígenas de la época de la conquista se lo debemos a los misioneros.
Aprendieron las lenguas, escribieron diccionarios y recogieron información
valiosa sobre el saber y las formas de vida prehispánicas. Muchos misioneros se
ganaron el aprecio de los indígenas, porque según dice un escrito de la época
“andan pobres y descalzos como nosotros, comen lo que nosotros, asiéntanse
entre nosotros, conversan entre nosotros mansamente”.
Numerosos grupos indígenas se resistieron a abandonar sus
creencias, pero al paso del tiempo el catolicismo se arraigó en la población
india y mestiza. A los rituales religiosos se incorporaron formas de
celebración y de culto, que tienen su origen en tradiciones muy antiguas y
que dieron al catolicismo popular una personalidad propia.
En 1571, mientras en Europa se desarrollaban las guerras de
religión, se extendió a Nueva España la actividad del Santo Oficio de la
Inquisición. Esta organización tenía como fin investigar y castigar, con
métodos muy crueles, a todos aquellos que no eran fieles católicos. Aunque en
la colonia la acción de la Inquisición fue menos violenta que en España,
provocó abusos y temores hasta que fue suprimida.
La Iglesia fue un elemento central en la vida de la
Colonia. La educación dependía de ella, así como hospitales y hospicios. Los
impresionantes templos y conventos que fueron edificados en todas las
poblaciones novohispanas son muestra del poder y difusión alcanzados por la
religión. También en las actividades económicas tenía la Iglesia un papel
importante. El diezmo, impuesto recibido por las autoridades religiosas, así
como las donaciones hechas por la monarquía y por los creyentes, dieron a la
Iglesia grandes capitales, que otorgaba en préstamo a los individuos y aun al
gobierno. Asimismo, acumuló numerosas propiedades en las ciudades y en el
campo, que como no se podían vender, crearon un acaparamiento poco productivo,
lo que provocaría serios problemas durante el siglo XIX.
Bibliografía:
Biblioteca digital del ILCE. (s.f.). Obtenido de
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/libros/texto/h5/u13t06.html
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